Jünger

Practicando la caza sutil, algo más sobre Ernst Jünger

Por Luis Caroca

Al leer la obra de Ernst Jünger el lector queda con la sensación de estar viendo la realidad con una lente de aumento o, para ser más precisos, a través de los cristales de la nitidez. Tanto en las obras de ficción del escritor alemán como en sus ensayos y diarios el lector se sumerge, a través de una muy cuidada prosa, en la reflexión del detalle mínimo con alcances que apuntan a la esencialidad. Otro punto a destacar es la vida del autor que es bastante conocida y que se puede resumir de la siguiente manera: huida del hogar paterno para enrolarse en la Legión Extranjera (Juegos africanos), su valerosa experiencia como soldado en la Gran Guerra donde fue herido y condecorado varias veces (Tempestades de acero), su pensamiento ideológico (El trabajador), su estadía como capitán de la Wehrmacht en el París ocupado, la experimentación con las drogas, su afición a la entomología y a los viajes. Separar vida y obra resulta vano en el caso de Jünger y solo nos queda verlo como una sola unidad.

Aparte de la valoración de su literatura, en el ocaso de su vida recibió el reconocimiento tanto de la academia como del mundo político. Viejo, patriarcal y sagaz, el gran solitario recibe en su residencia de Wilflingen (donde se había retirado) a Kohl, Mitterrand y Felipe González eludiendo dentro de lo posible toda publicidad. Claro está que más trascendentes fueron sus contactos con personajes claves del pensamiento del siglo XX como Niekisch, Carl Schmitt, Heidegger o Mircea Eliade. También parece haber quedado en el pasado todo intento por desprestigiarle con una supuesta adhesión al Tercer Reich. En los años veinte y treinta Jünger es reiteradamente invitado por las autoridades nazis a recibir honores. Sin embargo, evita todo halago manteniendo una prudente distancia. En 1939 publica su elaborada obra “Sobre los acantilados de mármol”, en la cual como si fuera un vidente describe por medio de la transfiguración literaria los futuros acontecimientos de Europa. Escandalizados, muchos jerarcas nacionalsocialistas intentan confabular en su contra, pero Hitler, quien había leído las Tempestades de acero con entusiasmo los neutraliza diciendo: “Jünger no se toca”.

La obra de Ernst Jünger aborda los grandes temas con la precisión de un cazador de coleópteros. Como él mismo decía: “por medio de la caza sutil”. Ante la potencia avasalladora de la técnica, el autor apela a una espiritualización de la realidad por medio de la literatura. Es así que el anarca (que no es lo mismo que anarquista, pues este último, en su negación, reconoce a las instituciones que detesta), el gran solitario, el poeta, se retira en su propio “yo”, replegándose en sí mismo, en la realidad de los libros, yendo más allá de la política, más allá de la izquierda y de la derecha. Para el anarca el totalitarismo y la democracia no tienen mucha diferencia. Sin duda esta actitud convierte en solitario al aspirante a anarca o por lo menos reduce su entorno de amistades a las personas precisas, las que no pueden faltar. En este sentido Jünger recuerda a Heráclito: “Uno vale más que diez mil”.

La sed de aventura del escritor alemán tuvo su aspecto más notorio en su experiencia adolescente en África y las acciones bélicas, pero los hechos cotidianos del hombre y de la naturaleza llamaron poderosamente su atención. Tanto la lectura misma de libros (Jünger consideró más reveladora su experiencia literaria como lector, por ejemplo del Orlando Furioso, que la guerra misma) como la revisión de la infancia colegial (El tirachinas) son temas de su interés. Abordó además los géneros de la ciencia ficción (Heliópolis) y la novela negra (Un encuentro peligroso) y también un cautivante estudio sobre las drogas (Acercamientos, droga y ebriedad). El uso del alcohol, el éter, el hachís, la mescalina, el LSD y otras sustancias no son más que una prueba de su fascinación por la alteración de la conciencia. Variación que también se logra por medio del arte, la poesía, la soledad, el sueño, el mito o con la contemplación de la naturaleza. En este sentido el concepto de “psiconauta” es el empleado por el autor para referirse al viajero del mundo interior, al que se dirige a lo desconocido del ser y del universo aunque no sepa donde lo llevará su vuelo. “Llega más lejos el que no sabe adónde va.”

 (Chile, 2010)